LA FRASE

"¿La diferencia entre Erótico y Pornográfico? erótico es usar un pluma; pornografía es usar la gallina entera..."
Robin Williams, en Weapons of Self Destruction

domingo, 4 de mayo de 2008

La Musa. Por Alejandro Dolina (Parte II)

En el ocaso del paganismo y en la antigua poesía cristiana, el rechazo de la musa se convirtió en un tópico poético. Empiezan a aparecer intentos de encontrarle sustituto. Juvenco, el más antiguo de los poetas épicos cristianos, pide ayuda al Espíritu Santo y le ruega que lo rocíe con las aguas del Jordán, las cuales vienen a sustituir aquí a las fuentes de las musas. Tibulo, la sustituye por la invocación a un amigo, Propercio invoca a su amada, Ovidio llama a su musa Jocosa y ya en época de los césares, la invocación del emperador llegó a suplantar la invocación de las musas, como ocurre por primera vez en Virgilio.

Comienza además el auge del evemerismo. Evemero es un pensador helenista que impuso la desagradable costumbre de suavizar los mitos que parecían demasiado inverosímiles, intentando contemporizarlos con la realidad: Urano era en realidad un rey al que todos respetaban; los dioses todos eran héroes divinizados; el diluvio, una tremenda inundación en Medio Oriente; etc. La patrística utilizó el evemerismo para hacer inofensivas a las musas transformándolas en conceptos de la teoría musical.

Dante, con la libertad única de un alma grande y solitaria, se atreve a dar cabida en los Campos Elíseos a los poetas y héroes de la antigüedad. Y siguiendo el uso clásico, invoca a las musas en todos los momentos decisivos.

Bocaccio y Petrarca insisten con las sustituciones. Tasso repudia la musa antigua y rechaza los laureles del Helicón. En la Inglaterra de Isabel, Edmund Spencer invoca a las musas sin prejuicio alguno, pero en el siglo siguiente aparece la musa protestante de Milton, la musa celestial, la que inspiró a Moisés en el Sinaí.

En el siglo de las luces, los autores utilizan la ironía. Christoph Wieland presenta a las musas en el Oberon y les ordena primero que ensillen el hipógrifo y después que se sienten en un sofá a referir con calma los acontecimientos. En 1754 Thomas Gray escribió una obra pindárica sobre el progreso de la poesía y allí trata de salvar a las musas trasladándolas a las regiones árticas o al trópico. La musa francesa era también el nombre de la revista mensual publicada en París, en la que colaboraban Víctor Hugo, Emile Deschamps y Alfred de Vigny. Pero en ese tiempo ya nadie creía en las musas.

La verdad es que el pensamiento moderno ha construido un panteón de divinidades abstractas. El lugar de Dios, o el lugar de los dioses, es ocupado por ideas tales como la clase, la raza, la herencia, el inconsciente.

Son ideas interesantes, pero insuficientes para explicar cómo se transforman en palabras. Sabemos que las circunstancias económicas influyen en la poesía, pero no podemos decir de qué manera se vuelven poesía. El psicoanálisis declara que la creación poética es una sublimación. Algunos preguntan por qué en algunos casos esa sublimación se vuelve poema y en otros no.
Freud confiesa su ignorancia y habla de una misteriosa facultad artística. La diferencia entre las palabras del poeta y las del simple neurótico podría establecerse recurriendo a una clasificación de los subconcientes: uno sería el del común de los mortales y otro el de los artistas.

Algunos deterministas sostienen que a falta de musa, el artista es el inevitable resultado de las circunstancias sociales, económicas y políticas. Es decir, que examinadas las condiciones de una región en un momento histórico determinado, es posible conjeturar qué clase de obras se acuñarán allí. Me permito repetir un argumento que ustedes habrán oído muchas veces en el programa.


Al oír Borges que la vida pastoril, típica de la pampa, había producido el Martín Fierro, objetó con justicia que esa misma vida pastoril había sido típica de muchas regiones de América, desde Montana y Oregón hasta Chile, pese a lo cual estos territorios se habían abstenido enérgicamente de redactar El gaucho Martín Fierro.
Ciertamente, lo social y lo económico influyen en el arte. Pero es imposible saber de qué modo.

La gran excepción a los criterios antedichos son los surrealistas. Ellos utilizaron la inspiración como un arma y la transformaron en idea y en teoría. Para el surrealismo, dentro de cada uno de nosotros hay muchas voces. Nada de sujeto y objeto, la inspiración es el centro del mundo. Es algo que nos asalta apenas la conciencia se descuida. André Bretón se burlaba de aquellos que veían en toda obra humana un fruto de la voluntad y mostró los innumerables casos en que la casualidad interviene en los descubrimientos.

En respuesta al individualismo y al racionalismo que los precedieron, los surrealistas acentuaron el carácter inconsciente, involuntario y colectivo de toda creación. Lo poético reside en los elementos inconscientes que sin quererlo el poeta se revelan en su poema.

Ahora bien, es cierto que esta revelación del inconsciente no es voluntaria. Pero abandonarse al inconsciente sí exige un acto voluntario: el tipo decide abandonarse al inconsciente. Es una pasividad que se apoya en una actividad.
Bretón siempre tuvo presente esta insuficiencia de la explicación psicológica y, aunque admiraba a Freud, insistió en que la inspiración era un fenómeno inexplicable para el psicoanálisis.

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